sábado, 8 de marzo de 2014

8 de marzo, ¿a qué mujeres representa?

Ciento y algunos años después, me pregunto dónde estamos las mujeres, sobre el camino que iniciaron nuestras compañeras allá por 1911, de la mecha que encendieron ¿qué nos ha quedado? He revisado algunos libros de texto con los que aprendí y ni una sola referencia. Los actuales tampoco dicen mucho más. Es frustrante comprobar cómo la historia está contada desde una perspectiva sesgada y androcentrista, ¿cuántas personas que en este momento están leyendo este artículo son capaces de recordar alguno de los nombres de las mujeres o el nombre del lugar desde dónde comenzó a internacionalizarse este día?

Hasta llegar a Copenhague y desde allí hasta España, las luchas feministas han sido contundentes, en todas ellas en mayor o menor medida se han ido quedando retales de las vidas de mujeres anónimas, valientes, transgresoras y generosas. Por respeto y por corresponsabilidad, hoy y mañana, el día 8 de marzo es y será el día internacional de las mujeres trabajadoras.

De manera sucinta, estas son algunas de las reivindicaciones de las feministas españolas de finales del siglo XIX, las cuales sentaron las bases para la transformación radical de la “condición de mujer”: trabajo asalariado para conseguir la independencia económica, formación profesional para acabar con el analfabetismo, instalación generalizada de comedores y guarderías populares para facilitar el acceso al trabajo, ruptura con el poder paternal para transformar la familia, educación sexual para establecer relaciones entre iguales, acabar con los colegios segregados,camino hacia la abolición de la prostitución, información y uso de anticonceptivos y despenalización del aborto.

¿A alguna de vosotras os han sonado de algo estas reivindicaciones?

Las que no hayáis prestado mucha atención, podéis continuar con vuestras vidas instauradas en el confort, cuya máxima preocupación no va más allá de la mirada concentrada en las baldas del ropero, que os escondéis tras las sombras artificiales del maquillaje, que os dejáis cautivar por el brillo plomizo, que no os importa de dónde vino y tampoco preguntáis. Sin compromisos, sin discurso. Para estas mujeres, el 8 de marzo es un día más, a estas mujeres no les representa, ellas creen que su nacimiento les concede privilegios.

Las habrá que son incapaces de entender de qué estamos hablando, pues jamás han tomado ninguna decisión más allá del menú de semana santa, que abrazan su doble moral, que se apropian de las palabras y las interpretan según sus convicciones, que viven para el qué dirán y se aferran a su dios que cada domingo alivia sus pecados por acción u omisión, perpetuando así la servidumbre. Para estas mujeres, el 8 de marzo es un día innecesario y peligroso, a estas mujeres tampoco les representa, ellas son devotas convencidas.

Las que nos revolvemos en el asiento y valoramos el sacrificio, el esfuerzo, la entrega, las que nos sentimos parte de las vidas de esas otras, las que reconocemos en la precariedad laboral, la brecha salarial, la violencia machista, el infanticidio, la segregación, la ausencia de corresponsabilidad en el trabajo doméstico, la cultura patriarcal, la expropiación del cuerpo,... el compromiso de continuar con la lucha feminista más allá de la dimensión espacio temporal. Para nosotras todos los días son el 8 de marzo.

Sumisas, obedientes, condescendientes, pías, misericordiosas, remilgadas, puritanas, beguinas,...todas esclavas. La neurogénesis en seres adultos, ha sido científicamente demostrada, no es verdad que no se pueda cambiar nada, hasta las neuronas se regeneran. ¡Insumisas, desobedientes, díscolas, rebeldes, mujeres, guerilleras, brujas, estudiantes, profesionales, madres, (como dirían nuestras hermanas las W.I.T.C.H)... traed carteles, escobas, disfraces, conciencia, rabia, amor, risas y hechizos y sigamos haciendo la revolución, apoderémonos de la fuerza y confianza en nuestras capacidades para alcanzar los cambios necesarios, el desarrollo y el beneficio común.

Coincidamos mujeres y hombres ahora. Quién prefiera esperar cien años más se pone en el dos mil ciento y poco, demasiado tarde, al menos para mi.

Charo Martínez


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