lunes, 5 de octubre de 2015

Los carlistas* en Santa Brígida

Corría el mes de septiembre de 1873 cuando la partida de voluntarios carlistas al mando de Ruperto Blanco se encontraba de paso en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada. Hacía poco más de un año que la guerra había comenzado oficialmente. Sin embargo, en ese tiempo, los "chapelgorris" habían conseguido arrojar del trono al "Usurpador" y amenazaban a la joven y muy dividida República Española.

La Rioja y con ella el muy estratégico valle del Ebro habían ido evolucionando a un cierto liberalismo progresista contrapuesto al país vasco-navarro e impuesto más por la fuerza de las armas que por las simpatías de los autóctonos, que en las zonas rurales de la provincia se inclinaban mayoritariamente por Don Carlos. Acosados por las fuerzas liberales, no tuvieron otro remedio que emprender la marcha hacia el interior de La Demanda, dirigiéndose a Fresneda de la Sierra, que por aquellos días celebraba las fiestas de su patrona.

Allí, al cobijo de las montañas, en la exaltación de la vida tradicional, recatada y muy católica del país esperarían para hacer frente a los ejércitos revolucionarios. Al toque de corneta, los voluntarios con sus escapularios, fusiles y sables emprendieron la marcha hacia las montañas. Se echaron al monte detrás de la bandera de la Santa Tradición, jurándose a sí mismos que volverían para expulsar a los impíos, enemigos de Dios, el Rey, la Patria y la Santa Madre Iglesia.

Sin embargo, antes de que pudieran establecer su cuartel para pasar el invierno en el alto valle del Tirón, los ejércitos republicanos les cercaron y no tuvieron otro remedio que retirarse precipitadamente al alto de Santa Brígida, donde tuvo lugar una refriega que no decidió gran cosa, excepto la precipitada huida de los cruzados de la Causa.

142 años después la táctica que sigue la reacción cuando pierde el poder de forma democrática ha variado muy poco. Se echa al monte, se convierte en derecha ultramontana, levanta el estandarte de la tradición, exalta lo folclórico como forma de asfixiar el pensamiento libre, y toca a pleno pulmón la corneta para que las fuerzas desperdigadas se reagrupen en torno a la alianza del trono y el altar. Dicen combatir el peligro revolucionario cuando lo único que combaten son las tímidas reformas liberales de un progresismo conservador pacato, utilizando de rehenes a una población menguante y envejecida que no quiere "que nada cambie" más por desconocimiento que por reflexión profunda.

*Nota: El sentido de la palabra "Carlista" en este contexto significa intransigente, reaccionario, ultramontano, tradicionalista. Nada tiene que ver con la acepción moderna, digna de todo respeto, ya que el Carlismo tuvo un papel importante a la hora del colapso de la dictadura franquista cuando se pasó prácticamente en bloque al campo democrático.




1 comentario:

  1. Gracias por la nota aclaratoria. Ciertamente , el antiguo carlismo nada tiene que ver con el actual. El carlismo es tan antiguo que, en otras épocas, han cometido errores que hoy nos parecen terribles pero, han evolucionado, sin perder la esencia, hacia el carácter democrático que tienen hoy en día. Hay una facción todavía, los tradicionalistas , que tienen delito pero de verdad(aunque son cuatro gatos).
    Evolucionar hacia la razón es de sabios...

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