Hoy se celebra en esta ciudad, lo que ya en este preciso momento se está convirtiendo en historia reciente de la misma. Tengo que decir primero de todo, para que nadie se lleve a error, que nunca ha estado entre las prioridades de la fuerza que represento, ni en las mías propias el pasar a la posteridad por querer acaparar un protagonismo exagerado e inmerecido, y mucho menos teniendo que ejercer como sumo sacerdote, en las exequias de este breve aunque intenso gobierno de izquierdas, en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada.
Un gobierno que surgió de la necesidad, siendo la última opción viable de entre todas las posibles, viéndonos abocados como pueblo a una política de hechos consumados que hemos digerido de muy distinta manera. El día 15 de junio pasado, en el mismo momento de la investidura de Javier Ruiz como alcalde de la ciudad, desde Izquierda Unida consideramos que el tiempo era otro, y por eso decidimos dar un paso al frente, tendiendo nuestra mano a colaborar, asumiendo la responsabilidad en una coyuntura que sabíamos difícil, para ser útiles a los vecinos y vecinas; y resolver los problemas que les afectan en su vida diaria, que son grandes y numerosos.
Como dejó escrito don Antonio Machado: “En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva”. Éramos conscientes de que se trataba de un gobierno amenazado por diversos frentes, que debía hacer de la máxima del doctor Negrín, “resistir es vencer”, el lema de su acción diaria. Un día pasado, un día ganado, una victoria.
Si por algo no se caracteriza la fuerza que represento es por la ingenuidad. Las largas travesías del desierto, las amargas derrotas, las escasas alegrías orladas de penas nos han conferido un carácter prudente y un cierto grado de alerta felina permanente que nos avisa con anticipación de los peligros que acechan. Por eso desde el principio decidimos no obviar la amenaza de la moción de censura, observando por el rabillo del ojo, el brillo de la espada de Damocles que estaban afilando a nuestra espalda con mayor o menor disimulo a lo largo de estos meses.
Explicar correctamente nuestra posición política requiere del análisis de numerosos antecedentes, sin los cuales es complicado entender lo que esta moción de censura implica y a su vez explica. La moción de censura es un mecanismo legal contemplado y asumido por toda organización política que se haya presentado al proceso electoral. Si bien es cierto, se trata de un procedimiento que no origina la consecuencia más democrática de todas las posibles. Decimos esto, porque si propiciara de forma automática la repetición de elecciones, más que un mecanismo legal de obligado cumplimiento, nos parecería una herramienta democrática al servicio del pueblo para cambiar un gobierno si así lo considera oportuno. No es el caso. Además se trata de una cuestión que no deriva de ninguna causa objetiva y que puede atender única y exclusivamente al “quítate tú para ponerme yo”.
La clave del asunto está en analizar las razones que se exponen para llevarla a cabo en este momento. Puesto que en lo fundamental nada ha cambiado desde el día 15 de junio hasta hoy. La única diferencia es que aquellas desavenencias y recelos que existían entre las derechas, que impedían cualquier tipo de acuerdo incluso entre ellas mismas, como así se pregonaba a los cuatro vientos, han sido superadas en un tiempo récord, cuestión de cuatro meses y un día para ser exactos; y lo que entonces era imposible, hoy es perfectamente viable. Entendemos que el infantilismo del que hacen gala, es lo que les impidió leer correctamente el resultado electoral del día 26 de mayo, a pesar de que los resultados arrojaron una correlación de fuerzas favorable a las derechas en nuestro municipio. Desde ese mismo momento decidieron optar por una estrategia que pasaba por tomar al pueblo como rehén, para intentar desgastar a un gobierno en minoría y cocerlo a fuego lento hasta que no quedara otro remedio que presentarse como salvadores de la patria, con la moción de censura como estandarte.
Pasados algo más de 100 días, nos encontramos con que han sido utilizados para intentar crear un caldo de cultivo que validara una moción de censura. El tiempo otorgado solo era una prebenda durante la cual diseñar una escenografía apocalíptica que pretendían construir para afirmarse y convencerse a sí mismos de lo que ya estaba decidido de antemano. Desde Izquierda Unida no podíamos permanecer callados ante esa situación, y decidimos hablar alto y claro al pueblo, para decir que esta maniobra obedecía a la improvisación, a una visión cortoplacista de la política, con la inestimable ayuda de poderes fácticos en la sombra que solo atienden al hambre de poder y a ocupar puestos, sin que importe demasiado el hecho de que no conozcamos ni una sola propuesta concreta ni cuál es el proyecto político alternativo que plantean si es que tienen alguno. Haber permanecido callado hubiera parecido asentimiento, porque a veces el silencio puede interpretarse como aquiescencia, y por eso preferimos romperlo y explicar claramente las sospechas que en pocos días se han convertido en hechos.
Esta moción de censura quizá pueda explicarse con un binomio imperfecto y paradójico. Aquella frase que Miguel de Unamuno expresó en la universidad de Salamanca: “Venceréis, pero no convenceréis”. Venceréis porque tenéis la fuerza de la ley de vuestro lado, pero no convenceréis porque para convencer es necesario persuadir, y para persuadir es necesario tener razón, elemento fundamental para poder tener derecho.
Llegados a este punto de no retorno, Izquierda Unida está dispuesta afrontar la situación que se derive en los próximos tiempos sea cual sea. Teníamos muy claro que la correlación de fuerzas hacía difícil la acción de gobierno, pero el papel de perro de hortelano que estaban representando era insostenible. O se deja gobernar o se plantea una alternativa. Todo lo demás era una pérdida de tiempo y una falta de consideración con los vecinos y vecinas.
Puede ocurrir que haya alguien que pudiera confundir la calma que estoy intentando transmitir a la hora de ordenar mis palabras con la resignación. No venimos a llorar como dijo Dolores Ibárruri en el mitin de Roma, ni avivar ninguna hoguera de bajas pasiones. Nadie piense tampoco que nos queremos esconder en el prestigio de la derrota optando por una posición melancólica, ni que hemos decidido plegar todas las banderas rotas y nos retiramos en desorden hacia un lugar incierto. Nada más lejos de la realidad. Que sepamos reconocer la derrota porque hemos visto su rostro demasiadas veces, no nos hace dudar ni un instante de la necesidad de nuestra acción política y de nuestro discurso. Ya dijimos el pasado 15 de junio que jamás renunciaremos ni al más pequeño de nuestros ideales, y mil veces que caigamos, mil veces nos levantaremos. Hemos vuelto a este Teatro-Cine Avenida como hicimos esta primavera invitados a contestar las preguntas del vecindario. Entonces de aquí pareció surgir un compromiso ante nuestro pueblo, un espíritu que en estos meses ha sido borrado como el viento al humo. En este momento los papeles se invierten, soy yo quien pregunta y dice que no nos importa dónde estaba cada cual el día 26 de mayo, lo que nos interesa es preguntar hacia a dónde camina y si es posible encontrarnos en ese ancho camino para construir colectivamente un futuro que está mucho más cercano de lo que hoy nos pueda parecer.
Somos un grupo humano, una fuerza política, pero metafóricamente hablando, la sombra que proyecta hay ocasiones en que se confunde con la silueta de Alonso Quijano, el hidalgo caballero. Somos un elemento esencial de nuestro país, de todos sus pueblos y ciudades, de todas sus gentes, el reducto más puro del quijotismo superviviente del naufragio; y es por eso que cargaremos contra gigantes las veces que haga falta, a pesar de que los confundamos con molinos de viento, teniendo claro que el camino es único y siempre conduce a ese El Toboso lejano e indeterminado, que no es otra cosa que el lugar de la utopía donde reside todo sentimiento sincero e idea noble.
Los que ahora toman las riendas del gobierno municipal han de demostrar mucho y ejerceremos nuestro papel de oposición en las instituciones. Pero el espacio que encierran las paredes del ayuntamiento nos parece muy escaso. Nuestra propuesta es más ambiciosa, en positivo, a futuro, es construir alternativa y aglutinar fuerzas para que la próxima vez que nuestro pueblo sea llamado a las urnas, los que hoy somos cesados del gobierno volvamos con más cohesión, con mayor fuerza y con un programa que refleje las aspiraciones de la mayoría social trabajadora, teniendo claro que el mejor alcalde, es el Pueblo.
Diego Mendiola, Concejal de Izquierda Unida en Santo Domingo de la Calzada
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