Afortunadamente no ha sido así, ya que muchos de los que hacíamos esta crítica y defendíamos la necesidad de comparecer con un candidato (o más bien candidata de aire mediterráneo) que reflejase el compromiso firme y decidido de IU con un proceso de ruptura democrática, nos hemos dejado la piel para que los resultados fuesen dignos, ya que la lista de IU tenía los mejores candidatos, aunque fueran en puestos de manera equivocada.
El resultado de IU y el resto de compañeros que integran la Izquierda Plural ha sido francamente bueno, el mejor desde 1996, equiparable incluso al obtenido por Julio Anguita. Pero dadas las actuales circunstancias, nos sabe a poco. Nos tiene que saber a poco. Porque a pesar de que hemos recibido el apoyo de miles y miles de españoles que han reconocido el esfuerzo y el trabajo infinito de la militancia de base en todas las luchas, en las huelgas, en las mareas, en las calles y en las instituciones, no hemos sido capaces de acercarnos, de atraer, de involucrar a esa gente que no está encuadrada en algo concreto y definido, pero que sí tiene muy claro la necesidad imperiosa de cambios profundos.
Ese espacio, muy heterogéneo, informe, de muy distinta procedencia, que requiere en muchos casos de una alfabetización política intensa, ha sido ocupado por una fuerza surgida en torno a una serie de personas, a las que la mayoría de los que estamos en Izquierda Unida solo podemos referirnos a ellos como compañeros y amigos.
La lección aprendida en estas elecciones es muy clara. Para transformar la sociedad necesitamos de algo más que de los convencidos, de los educados políticamente que apoyan a las fuerzas que defendemos la transformación social. Necesitamos del concurso de todas aquellas personas que ven la necesidad de aplicar cambios radicales sin ser capaces de definirlos. Eso fue lo que Podemos intentó explicar a IU cuando se barajaba la posibilidad de concurrir juntos a las elecciones.
Los actuales dirigentes, con esa tendencia a encastillarse, no fueron capaces de entender esto en aquel momento de forma sosegada y ese error podría habernos costado muy caro a las miles de personas que nos partimos la cara en todos los rincones del país defendiendo la alternativa que representa IU. Porque no seremos nosotros los que defendamos el personalismo, pero sí que la militancia pide inteligencia y altura de miras por el hecho de estar más que convencidos del sentido colectivo, ya que el error de los dirigentes pueden pagarlo los militantes de base.
Algunos lo intuíamos, y ahora nadie se puede atrever a negarlo ya que el dato empírico de las elecciones no deja lugar a dudas. No podemos conformarnos con un poquito más de tarta, tenemos que ser nosotros los que sostengamos el cuchillo, los que decidamos como se reparte. Esa es la enseñanza de estas elecciones, que abren el periodo más apasionante de la historia reciente de España, el Pueblo nos pide, nos exige, nos ordena a todos los que defendemos la transformación social que seamos generosos y estemos a la altura.
Por eso a trabajar, a trabajar, a trabajar para la confluencia política y social de todas las fuerzas sociales y los partidos populares. Uniendo lo positivo de cada uno, la ilusión, la renovación, la sensación de victoria al trabajo infinito, el compromiso, la organización, el tesón, la experiencia y la coherencia de décadas de lucha. Con ánimos renovados, con decisión, convencidos de que ... ¡¡¡Sí se puede!!!
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