Hay ocasiones en que pudiera parecer que quizá escribiendo unas pocas líneas o algunos artículos todos los meses de abril, organizando algún acto republicano, tremolando al viento la bandera tricolor o recitando una estrofa que diga “Republicana es la luna/ republicano es el sol,/ republicano es el aire,/ republicano soy yo.” en un recital de poesía, las gentes republicanas se pudieran dar por satisfechas y con el regusto en la boca que queda cuando la labor está terminada. Pues bien, hay que decir sinceramente que sería un error fatal para la causa que decimos defender.
La emoción y el sentimiento son inherentes a la condición humana, pero las todas las transformaciones sociales se han conseguido con la voluntad y el compromiso. Recordar es completamente necesario, imprescindible, pero hay que hacer memoria para avanzar, para progresar como colectivo sabiendo de dónde venimos pero teniendo muy claro hacia donde caminamos.
Reivindicar los valores del republicanismo a día de hoy es un planteamiento eminentemente político, de rabiosa actualidad, ya que los numerosos problemas que afectan a la mayoría social de nuestro país se pueden y se deben combatir aplicando programas que entroncan con la mejor de nuestras tradiciones democráticas.
Los problemas de desigualdad, de injusticia, de corrupción no son nuevos en nuestro país. Son una lacra de rancio abolengo que hunde sus raíces en lo más profundo del solar patrio. Estos problemas solo se pueden combatir convocando al Pueblo a una amplia participación democrática, suprimiendo privilegios y prebendas (no debiera hacer falta recordar Urdangarines y Corinas, Compis Yogui y Panama Papers), con justicia social, con equidad y reparto de la riqueza, con honestidad en la vida pública, con libertad y derechos plenos e iguales para todas las personas. Todo esto solo cabe en un país que está por hacer, que debemos hacer construyendo frases tan bonitas como el artículo 6 de la constitución de 1931: “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”, para posteriormente convertirlas en realidades.
Hoy, aquí y ahora, 85 años después aquella emblemática fecha del 14 de abril de 1931 es necesario hacer una reflexión colectiva. Tenemos que ser conscientes que los principios, valores e ideas están más vigentes que nunca, la necesidad de transformación social y de avanzar en derechos que reclama la inmensa mayoría solo se puede encauzar desde la apertura de un proceso constituyente, ampliamente participativo y democrático que conduzca hacia la instauración de la III República donde entre todos podamos construir un nuevo país al servicio de la mayoría social.
Hay una anécdota sobre Julián Besteiro, el que fuera presidente de las Cortes Constituyentes de 1931, que cuenta que durante aquella farsa de juicio al que le sometieron los franquistas le preguntaban insistentemente sobre el paradero del oro del Banco de España, que la República había invertido en “cápsulas del doctor Negrín” (lentejas) y “moscas” (aviones Polikarpov I-16) principalmente. Éste, en un arranque de aguda inteligencia y total sinceridad, pues para algo sirve ser catedrático de lógica formal, les dijo que buscaran en los cementerios, en las cárceles y en el exilio.
Esta anécdota ilustra magníficamente bien dónde reside la riqueza desde el punto de vista de los valores republicanos. Este domingo pasado, en La Barranca de Lardero, lugar de encuentro, de memoria, de emoción y también de reivindicación, había cientos de lingotes de oro que van a construir con su trabajo y con su esfuerzo, esa III República tan necesaria para los intereses de las clases populares y trabajadoras de nuestro país.
Diego Mendiola García, coordinador de Izquierda Unida de La Rioja
Artículo publicado el 12/4/2016 en la sección de opinión del diario La Rioja.